No es fácil ser Psiquiatra.
Cuando decidí estudiar Psiquiatría pensé que estaba loca. Mi familia, amigos y profesores dijeron que estaba loca. Había vivido llena de complejos, obsesiones, compulsiones. Todos pensaban que yo necesitaba un psicólogo o un psiquiatra, no que debía serlo.
De hecho, más de una vez consulté alguno. Durante mi adolescencia y en mi vida adulta. Los admiré y decidí seguir sus pasos. Decidí confiar en el adagio: “médico, cúrate a ti mismo” y pensé que estudiando Psiquiatría podría ayudar a mucha gente y podría comprenderme y ayudarme a mi misma.
Ahora que soy Psiquiatra sé que realmente estaba loca.
Pero mi locura no había alcanzado su clímax hasta que decidí trabajar en un Reformatorio de Mujeres. Por alguna extraña circunstancia, nacida quizás de años estudiando la conducta humana, pensaba, como muchos otros inocentes han pensado, que con la debida orientación la mayoría de los criminales podían recuperarse y ser reintegrados a la sociedad como sujetos útiles. ¿Algo de esto les suena familiar?
El punto es que llevo muchos años trabajando acá y la larga lista de casos infructuosos, la falta de interés de las internas y sus propias familias, la falta de apoyo del gobierno y la falta de fe de todos los que me rodean me han empujando a replantearme mis objetivos de vida.
Si tan solo lograra un caso exitoso, sólo uno. Eso me devolvería la fe.
Entre toda la gente que trataba había una paciente particularmente depresiva. Tenía conflictos familiares, problemas personales, trastornos alimenticios, problemas de conducta.
No voy a relatar todo lo que intenté con ella... por ella. Vale decir que, como siempre, no tuve mucha cooperación.
El hecho es que llegué al punto de estar convencida de que se quitaría la vida. No sabía que hacer. ¿A quién debía comunicarle lo que sabía? ¿Cómo sería tratada cuando esto se supiera? ¿Serían comprensivos con ella? ¿O la tratarían como una “loca”, literalmente hablando?
Muchas veces no sabemos si tomamos las decisiones adecuadas hasta que es muy tarde. Traté por las vías que me parecieron más idóneas conseguir apoyo para ella. Nadie pareció hacerme caso. Era uno de esos casos en los cuales no bastaba mi apoyo.
Nadie me hizo caso.
Estoy acá sentada, escribiendo estás líneas, preguntándome que harán todos ellos cuando vean que yo tenía razón al decir que una vida corría peligro. Estoy muy cansada. No creo que pueda seguir escribiendo.
Obviamente las pastillas me están haciendo efecto.
¿Olvidé mencionarles que la paciente de la que hablo soy yo?
Escrito por: Alda Pascuzzo-Lima
Foto bajada de Pixabay.
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